martes, 3 de mayo de 2016









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DÉCIMA ESFERA:
MALJÚT, REINO



Maljút, Reino, es el
plano físico en general: el entramado de materia/energía que se extiende
desde el mundo atómico y subatómico hasta el plano de las galaxias o del
universo en su conjunto.



Experimentamos a
Maljút mediante el cuerpo, que nos hace presentes en ese dominio y, en
particular, mediante sus instrumentos de percepción: los sentidos, tanto los
externos (vista, oído, etc.) como los internos (en músculos, visceras,
etc.).



No quiere decir que
en Maljút sólo exista aquello que se puede tocar, captar mediante los
sentidos. De hecho, la energía es algo que pertenece a la parte abstracta
del plano material, ya que es impalpable de forma directa si bien sus
manifestaciones son bien conocidas. Lo mismo podría decirse de los campos
físicos, como el electromagnético, el gravitatorio, etc. Sus líneas de
fuerza -las tensiones que presiden y dirigen los comportamientos de las
partículas materiales- pertenecen también a la región abstracta de lo
físico.



Y esto considerando
sólo aquella parte reconocida y estudiada por la ciencia. Existen, además,
regiones sutiles, llamadas a veces etéricas, que se escapan por completo a
nuestra percepción consciente ordinaria. De hecho, se afirma que sólo un uno
por ciento del plano físico es materia. El noventa y nueve por ciento
restante es Luz (¡la materia está prácticamente vacía!), solo que se halla
en un estado muy contraído, constreñido, limitado. El concepto de
contracción de la Luz aparece con frecuencia y debe ser estudiado cuando se
avanza por el camino cabalístico.



Esta contracción de
la Luz sucede por dos motivos: por la propia naturaleza del proceso
emanativo y como resultado de la Caída del hombre.



Hay que tener en
cuenta que Maljút, Reino, representa el estadio final, realizado, de
cualquier proceso. Si se concibe toda la Manifestación como una gran vasija
para contener la Luz del Infinito, en Maljút está enfatizado el aspecto de
concreción de la vasija, y por tanto de recepción de la Luz. Puesto que Luz
y vasija son, en principio dos fases opuestas - dar y recibir- eso hace que
Maljút sea el punto más alejado de la Fuente Infinita y, por tanto, de mayor
oscuridad relativa.



Recordemos que Dar es
la característica esencial de la Luz y Recibir es el aspecto o
característica principal de la vasija. Toda la creación consiste en formas
de recibir y, por tanto, de manifestar, la Luz Infinita.



Así, Maljút es el
estado de máxima resistencia, de máxima inercia. Se distingue por su
estabilidad. Su función será hacer visible y definido lo que en esferas
superiores es indefinido e intangible. Todos los procesos del Árbol de la
Vida tienden en última instancia a buscar expresión y estabilidad en Maljút,
el punto de mínima energía potencial, pero también, como hemos dicho, de
mayor completitud – Maljút tiene la cualidad de estar completo.



Maljút es el Reino de
Dios, la Creación terminada, el Séptimo día o Shabat, en el que Dios
descansó de toda su obra. Dios no se retira de la Creación -eso es
impensable- sino que permanece inmanente en la misma. Su Presencia constante
es el aspecto divino que permea o empapa toda la Creación.



"Y bendijo Dios al
séptimo día y lo santificó, porque en él descansó de toda su obra que creó
Dios para hacer" (Gen. 2:3). Es decir, que a pesar de que no hallarse activo
de forma directa y evidente (el aspecto de contracción de la Luz), Dios
también hace de la Creación su morada (la bendice y la santifica) para que
ésta alcance por sí misma su objetivo ("la obra que creó para hacer"), que
no es otro que el reconocimiento y actualización conscientes, por todos los
seres, en todos los mundos, del Reino de Dios, de esa Presencia Santa, que
es la Luz colmando a rebosar el deseo de toda vasija.



Porque el plano
físico puede existir en un estado exaltado, por nosotros impensable desde
que reemplazamos nuestras vestiduras de luz por túnicas de piel, que
representan el estado corpóreo actual. La Tierra fue maldecida, es decir,
Maljút fue separada del resto del Árbol de la Vida (relativamente: se
entiende una separación en nivel de conciencia) para caer bajo el dominio
del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, la conciencia de dualidad,
fragmentación. Se ha creado con ello una discontinuidad (metafórica) en el
propio seno de lo Divino, porque el aspecto femenino de Dios, su Presencia
viva y actuante, ha ido al exilio con todas las criaturas.



En el milenio
-metáfora de la consumación de los tiempos- después de la instauración de la
época mesiánica (época de transformación y despertar espiritual sin
precedentes), tendrá lugar la llamada "resurrección de los muertos". Habrá
entonces la posibilidad de experimentar el plano físico con un cuerpo
perfeccionado, cuando Maljút, la Reina, que incluye en sí a todos los mundos
creados, y el Santo, Bendito Sea, el Rey, el aspecto masculino de Dios -las
Esferas por encima de Maljút (sobre todo Tiféret)- vuelvan a unirse en amor
y comunicación perfectas, tal como narra el Cantar de los Cantares, para
algunos el libro más santo de toda la Biblia.



Éste es el arquetipo
del Reino de Dios, en el que la materia será plenamente transparente a lo
espiritual. Entretanto, estamos en Maljút para aprender las lecciones de la
vida, para rectificar nuestras vasijas personales de modo que nuestra
divinidad pueda expresarse y resplandecer en el mundo físico. Puesto que,
como hemos dicho, esta Esfera es el resultado final de todas las
operaciones, todos los elementos y procesos del Árbol están representados en
ella, y los distintos arquetipos están proyectados y encarnados por
personas, instituciones, situaciones, eventos, etc. Maljút constituye en
general eso que llamamos "la vida" y que se convierte así en una escuela
completa de experiencia.



La conciencia humana
opera en Maljút -el nivel corpóreo de inteligencia/energía- por medio del
cerebro y del sistema nervioso. Estamos hoy en día lejos del optimismo
científico que hacía presuponer que todos los fenómenos mentales serían
algún día reducidos a procesos neurofisiológicos, si bien es cierto que cada
día se profundiza más en el solape mente/cuerpo.



No hay, sin embargo,
una teoría global o modelo sobre su dinámica. Ya funcione el cerebro como
una complejísima computadora, ya tenga una estructura y función
holográficas, ya sea un sistema regido por las leyes del caos determinista,
el hecho es que la máquina cerebral transforma la intrincada pauta de
frecuencias vibratorias que constituye el plano material en el mundo de
objetos de nuestra experiencia familiar. Pero es de todos sabido que el
cerebro tiene unas posibilidades insospechadas, que puede procesar otros
"programas", por retomar el modelo informático, distintos a la película
"mundo real" a la que estamos acostumbrados. ¿Dónde existe el mundo? ¿Ahí
afuera, o en nuestro sistema nervioso?



Pero con estos
razonamientos estamos dando ya el paso a la siguiente Esfera, Yesod, que es
tanto el entramado de tensiones que sustenta lo físico como el almacén de
imágenes que es la puerta de lo psíquico.



Una última palabra
sobre Maljút. Las siete Esferas inferiores del Árbol -de Jésed a Maljút-
están representadas por siete grandes figuras o arquetipos bíblicos, que son
como su "carroza", el vehículo para la expresión de la esencia de las
Esferas. En particular, en el caso de Maljút, el personaje bíblico es el Rey
David.



David fue capaz de
integrar en sí mismo las seis sefirot (Esferas) activas -Jésed, Guevurá,
Tiféret, Nétsaj, Hod y Yesod- y expresarlas en la sefirá pasiva de Maljút.
Esta integración armoniosa viene representada por la figura del hexagrama
(dos triángulos equiláteros entrelazados) que se puede superponer sobre el
diagrama del Árbol. Se ve entonces que las seis puntas se corresponden con
las seis Esferas anteriores si se hace que Tiféret ocupe el lugar de Daát
(Hay que tener en cuenta que Daát, en más de un sentido, es el alma de
Tiféret). De hecho, el hexagrama o estrella de seis puntas recibe el nombre
de Escudo de David.



Ahora bien, el rey
David no alcanzó su estado sin una lucha y esfuerzo constantes, y sólo al
final de su vida consiguió esa realización integrada, lo que aparece en el
texto bíblico como el único versículo en el que son mencionadas
explícitamente las siete Esferas inferiores (I Crónicas 29:11-12). En ese
versículo se establece el reconocimiento de la soberanía divina sobre todas
las dimensiones (Esferas) que actúan en el plano físico.



David no fue digno de
construir el Templo, la morada de Dios en la Tierra, porque había derramado
mucha sangre (el aspecto de lucha de Maljút, en guerra constante con la
negatividad), pero fue quien posibilitó esa tarea, culminada por Salomón,
hijo de David y Bat-Sheva (literalmente, hija de los siete, el alter ego
femenino de David). Sólo Salomón, sobre su trono de asiento Tiferético, pudo
consumar plenamente la unión de lo divino y lo humano.



David recibió un
territorio deprimido y dividido, y fue capaz de construir un reino estable y
duradero, fundamentado en lo espiritual (David, además de guerrero, era el
dulce cantor de los Salmos que ocupaba las noches en el estudio de la Torá
(La Ley, pero también la Enseñanza. En sentido estricto, la Torá es el
Pentateuco, pero se generaliza a todo el texto del llamado Antiguo
Testamento y, por extensión, a toda la Ley religiosa judía) Por todo esto,
el Mesías, el redentor en el plano físico, es simbólicamente siempre
descendiente de David.



















































































































































































 












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